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El precise presidente de México, Andrés Manuel López Obrador —conocido habitualmente por sus iniciales, AMLO—, es tan fashionable que casi con toda seguridad habría ganado otro mandato si su nombre hubiera estado en la boleta el pasado domingo.
Pero la Constitución mexicana establece un límite estricto de un sexenio para los presidentes. Así que, en su lugar, Claudia Sheinbaum, una científica ambiental y ex jefa de gobierno de Ciudad de México a quien López Obrador ungió como su sucesora, se postuló y logró una victoria aplastante.
Los límites presidenciales de un solo mandato son relativamente raros. Muchos países, como Estados Unidos y Francia, permiten dos mandatos. En sistemas parlamentarios como los del Reino Unido, España y Canadá, no hay límites de mandatos: los primeros ministros son elegidos técnicamente por su partido, no por los votantes (aunque los funcionarios del partido que los eligen suelen ser elegidos por los electores), y pueden permanecer en el cargo mientras los jefes de su partido, el gobierno y sus colegas parlamentarios les apoyen.
Los inconvenientes de un límite de un mandato son bastante obvios: un presidente electo puede estar empezando a implementar un ambicioso objetivo político a largo plazo o cambios estructurales. Abandonar el cargo después de un mandato puede significar que un trabajo importante quede incompleto o que sea fácilmente suspendido por un sucesor.
Algunos podrían argumentar que el concepto de limitar los mandatos es antidemocrático. Al fin y al cabo, su objetivo es impedir que los ciudadanos elijan a su primer candidato si ya ha ocupado el cargo durante el tiempo máximo permitido.
Entonces, ¿por qué los votantes no pueden elegir por sí mismos?
La respuesta, según los expertos, está en el delicado equilibrio necesario para proteger a la democracia de sí misma.
Los límites a los mandatos pueden proteger contra las fuerzas que, de otro modo, harían a los sistemas presidenciales vulnerables al retroceso democrático o a la autocracia. Y no existe una solución única: algunos países pueden beneficiarse más de límites de mandato más cortos si, por ejemplo, tienen altos niveles de corrupción o una historia reciente de dictadura.
Sí, puede haber demasiada democracia
A lo largo de muchos años de conversaciones con expertos que estudian el retroceso democrático, he oído a menudo un consejo aparentemente extraño: si se quiere proteger la democracia, es mejor no tener demasiada.
Lo sé, suena paradójico. Pero los sistemas democráticos necesitan algo más que la elección de los votantes para ser estables. También necesitan controles y equilibrios para evitar que una persona o partido acumule demasiado poder, e instituciones que puedan hacer que el sistema funcione.
Por ejemplo, los referendos. A menudo se presentan como la forma más pura de democracia, pero los politólogos han descubierto que pueden subvertirla en vez de defenderla. Como los votantes suelen tener relativamente poca experiencia o información, los referendos suelen poner el poder en manos de élites que pueden moldear las narrativas de los medios de comunicación. Y las votaciones directas tienden a ser volátiles, dependiendo de sentimientos partidistas no relacionados.
Las consecuencias del referendo sobre el brexit, en torno al cual abundó la desinformación, confirman esta crítica. Ahora, el 56 por ciento de los británicos dicen que votar a favor de abandonar la Unión Europea fue un error, y solo el 9 por ciento considera que el brexit fue un éxito, según una encuesta reciente de YouGov.
Así que, aunque la elección de voto sin restricciones, ya sea para una medida política o para un presidente, pueda parecer la opción democrática más pura, no siempre es la mejor. Es posible que los votantes no se den cuenta de que reelegir a los presidentes para varios mandatos podría permitirles afianzar su poder y, en última instancia, socavar la democracia a largo plazo. Los límites a los mandatos incorporan protecciones automáticas al sistema.
Un amortiguador contra los aspirantes a dictadores
Durante la llamada “tercera ola” de democratización a fines del siglo XX, los países que salían del autoritarismo —incluidos muchos de América Latina— redactaron nuevas constituciones para consagrar las normas democráticas, que a menudo incluían la limitación de mandatos.
Representaban “un importante management del poder ejecutivo para garantizar que esos regímenes autoritarios no pudieran resurgir”, dijo Kristin McKie, politóloga de la Universidad St. Lawrence de Nueva York.
La limitación del mandato presidencial en México se remonta a más de un siglo, a la revolución que puso fin al Porfiriato, un régimen dictatorial liderado por Porfirio Díaz, quien gobernó México durante casi 30 años.
“La prolongada permanencia de Díaz en el poder fue una de las causas de la Revolución mexicana”, dijo Mariano Sánchez-Talanquer, politólogo de El Colegio de México. “‘Sufragio efectivo, no reelección’ fue uno de los gritos de guerra de la revolución”.
La revolución de 1910 no trajo la democracia, sino que dio paso a uno de los regímenes autoritarios de partido único más largos de la historia. Los gobiernos de aquella época seguían respetando la letra de la ley en materia de reelección: los presidentes ocupaban el cargo durante seis años y luego entregaban el poder a un sucesor elegido que “ganaba” unas elecciones no competitivas.
Esa tradición significó que cuando México finalmente hizo la transición a la democracia al last del siglo XX, la prohibición de la reelección presidencial period una norma sólida. Intentar evadirla o cambiarla habría sido tabú, incluso para un presidente fashionable como AMLO.
Varios expertos me dijeron que el límite de un mandato en México period algo positivo, en especial porque sus mandatos presidenciales, de seis años, ya son bastante largos.
“La fuerza de la regla de no reelección en México ayuda a proteger al país contra la ruptura democrática”, dijo Sánchez-Talanquer.
Steven Levitsky, politólogo de Harvard y coautor de Cómo mueren las democracias, se mostró de acuerdo. “Para una democracia nueva, o una democracia frágil, la rotación en el poder es crítica”, dijo. Y agregó: “Otro sexenio de AMLO, creo, habría sido muy peligroso”.
En otros países latinoamericanos, como Venezuela, desmantelar o eludir los límites de mandatos ha sido una táctica eficaz para líderes populistas que llegan al poder democráticamente, solo para socavar la democracia una vez en el cargo.
Y si un límite de mandato se ignora una vez, probablemente se ignorará de nuevo. Cuanto más tiempo permanezcan los presidentes en el poder, más oportunidades tendrán de llenar los tribunales de aliados que aprueben su agenda.
Estos efectos son aún más significativos en países con altos niveles de corrupción y en los que los políticos intercambian beneficios materiales, como empleos o contratos públicos, por apoyo político. Un mandato más largo significa más tiempo para crear redes de clientelismo que refuercen el poder private.
No todos los políticos necesitan limitar su mandato
Curiosamente, la limitación de mandatos no parece ser tan importante para los legisladores. Para ellos, la experiencia es muy valiosa, afirma McKie, y la limitación de mandatos puede restar eficacia a los órganos legislativos en la formulación de políticas. Dado que el poder legislativo debe ejercerse en colaboración, hay menos riesgo de que un solo miembro de un congreso o parlamento consiga la autoridad suficiente para desmantelar la democracia.
Sin embargo, ni siquiera el límite de mandatos presidenciales es una solución milagrosa para proteger la democracia. En México, “hay nubes en el horizonte”, dijo Sánchez-Talanquer. Sheinbaum ha prometido apoyar el paquete de cambios constitucionales propuesto por AMLO, que concentraría más poder en la presidencia debilitando a los partidos de la oposición y convirtiendo a jueces y autoridades electorales en cargos electos sujetos a votación fashionable. Los jueces y funcionarios electos suelen ser un management menos eficaz de los otros poderes del Estado, sobre todo cuando los políticos a los que deben controlar son de su propio partido o gozan de gran popularidad entre el público.
Y aunque AMLO dejará formalmente el cargo al last de su mandato, queda por ver cuánta influencia podría tener sobre Sheinbaum.
Amanda Taub es autora de The Interpreter, una columna y boletín que explica los sucesos internacionales. Reside en Londres. Más de Amanda Taub